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martes, 7 de julio de 2009

El hambre, ¿Consecuencia de la obecidad?

La crisis de los alimentos es hoy uno de los mayores problemas que enfrenta el mundo. En los últimos tres años, el precio de los alimentos subió hasta un 83% y es la FAO (Agencia de Alimentación y Agricultura de las Naciones Unidas) quien anunció que si los gobiernos no comienzan a tomar medidas los más pronto posible para ponerle freno al alza de los precios, el hambre y la obesidad, pasarían a ser un factor inevitable. Dicha crisis alimenticia tuvo como causas:
Ø Una mayor demanda de alimentos: El cambio de las dietas a nivel mundial y el continuo crecimiento de la población, comenzó a producir un aumento en el consumo de alimentos, en especial de carnes y cereales.
Ø La especulación: Numerosos inversores ya han anticipado un aumento en el valor de los alimentos y han optado por apostar a ello. De esta manera, el precio continúa subiendo y los únicos beneficiados son los inversores.
Ø Biocombustibles: El hecho de que el precio de los combustibles comenzara también a aumentar, llevó a la búsqueda de lo que se denomina biocombustibles. Sin embargo, para su elaboración se necesita maíz, soja, girasol y caña de azúcar, lo que produce un aumento en la demanda y por consiguiente un aumento en el precio final de los productos.
Ø La suba del petróleo: El aumento del precio de este recurso natural no renovable, utilizado por maquinarias para las tareas de siembra, cosecha y para la posterior elaboración de los alimentos, termina por encarecer el valor de los mismos.
Ø El cambio climático: El calentamiento global ha incidido de manera negativa sobre varios sectores de producción a nivel mundial, disminuyendo o impidiendo su productividad.





Es irónico pensar que en el mundo, 800 millones de desnutridos, conviven con 1700 millones de personas que tienen problemas de sobrepeso.
El consumo de la comida rápida, comúnmente conocida como “fast food” o “comida chatarra” ha aumentado con la crisis económica actual. Esto sucede como consecuencia de la publicidad que ofrecen dichos restaurantes, la rapidez del servicio y los precios bajos, que atraen aún más clientes; en contraposición de una dieta sana y equilibrada.
EE.UU. encabeza una lucha contra el excesivo consumo de productos de comida rápida desde algunos años. Sin embargo, en los dos últimos años el consumo ha aumentado significativamente junto a los índices de sobrepeso y obesidad de la población. Esto inquieta a las autoridades sanitarias, las cuales buscan una solución. A pesar de este arduo trabajo y la iniciativa de estos organismos, la crisis económica, puede provocar la frustración de sus planes.
En consecuencia de la crisis, la presión económica ha aumentado. Es por ello que la gente opta por comer en lugares de “comida chatarra” ya que resguardan la economía familiar, eligiéndose así principalmente menús de un dólar de costo. De esta manera la concurrencia a restaurantes tradicionales ha disminuido, como así también la compra de alimentos frescos para ser preparados en casa.
Si bien algunos “fast food” ofrecen menús saludables, resultan ser más caros que los que no lo son, lo que lleva a una situación de aprieto entre la valoración de la salud y la economía.
Está demostrado que los índices más altos de obesidad y sobrepeso están relacionados con el nivel socioeconómico y con la educación. Lo que la crisis ha logrado es alterar y permitir que la comida rápida se imponga en los hogares sin importar el nivel social, más allá de poder pagar un buen restaurante o poder disfrutar una comida sana en su propia casa.
Pese a todo lo anteriormente mencionado, se le atribuye la mayor responsabilidad de esta alza en los precios a las empresas multinacionales. Dichas empresas, son las únicas que se han visto beneficiadas con la crisis debido a que son ellas las que tienen el control sobre cada uno de los eslabones de la cadena de producción, transformación y distribución de los alimentos.
Sin embargo, como consecuencia de este continuo aumento de los precios de los alimentos, numerosos países han comenzado a verse afectados. Un claro ejemplo de ello, es la India en donde sus habitantes invierten un 60% de sus ingresos en comida. Pero la problemática, que si bien se ha extendido por todo el mundo, en la actualidad está teniendo mayor incidencia en África y América Latina amenazando con retrotraer los avances alcanzados en materia de desarrollo y mejoramiento de las condiciones de vida.
Frente a esta crisis mundial, las personas han comenzado a buscar alternativas con respecto a los alimentos que consumen. Es por ello, que se han visto obligadas a dejar de lado lo que solían ingerir, para cambiarlos por una nueva dieta alimentaria. Ante esta nueva búsqueda de precios bajos, numerosas industrias alimentarias han comenzado a ofrecer tal servicio; mayor cantidad y a mejor precio, pero impulsando una dieta basada en un alto consumo de grasas. Como consecuencia, se ha producido a nivel mundial, un desorden alimenticio que ha derivado en una población con serios problemas de obesidad y sobrepeso.
En el curso de los últimos veinte años, hemos asistido a una espectacular transición que ha cambiado la dieta y la salud de cientos de millones de habitantes del Tercer Mundo. En México, Egipto y Sudáfrica, por ejemplo, más de la mitad de la población adulta presenta sobrepeso (esto es, un índice de masa corporal, IMC, igual o mayor de 25) u obesidad (IMC superior a 30)
Según afirma el director del FMI, “lo peor está por venir: numerosas personas serán las afectadas e inclusive la guerra es un factor a tener en cuenta en el futuro”. Es así que en su conjunto, y para dar solución a este problema, varios países lo han llevado a la Ronda de Doha, que debate la reducción de aranceles y subsidios para promover el comercio libre de los alimentos, en búsqueda de una reducción de precios. Sin embargo, no todos creen que sea la mejor solución, en especial desde la UE.
Por otro lado, todos los integrantes del G-8 nos hemos reunido en Italia con el objetivo de discutir y analizar las políticas agrícolas para así evaluar su contribución a la crisis de los precios de los alimentos y tomar las medidas necesarias. Entre otras cosas, la agenda se centró en la seguridad alimentaria y en cómo el sector agrícola puede contribuir a una reactivación de la economía. Además de cuestiones técnicas, tratamos temas tales como la Ronda de Doha, la reforma de la FAO, los agrocombustibles y el cambio climático. Junto a nuestros invitados concordamos en que el libre mercado es también positivo para los mercados agrícolas, por lo que señalamos su empeño por lograr una conclusión "equilibrada, global y ambiciosa" de la Ronda de Doha, en la que se negocia una mayor liberalización del comercio mundial. Es ahora en julio cuando volveremos a reunirnos en Cerdeña para tratar nuevamente este tema.

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